lunes, 27 de agosto de 2007

Nerón.

Antes de la llegada de Nerón, el infierno era un lugar más bien frío...

Avances de algo que aún no tiene nombre......

Empecé a escribir una novela, sin título por ahora, y quién sabe si llegaré a terminarla, pero aquí dejo como avance la primera página..........
....... Lean y posteen.
Uno.
Con la arrogancia de una puta joven, la noche se pasea altiva por mi nueva casa. Prendo un cigarro y cebo un mate para tratar de exorcizarla sentándome al computador y escribiendo, pero por estos días la literatura se empeña en hacerme el quite. Entonces un mensaje de texto llega al celular, y después otro, y luego tres más. Uno de ellos lo respondo con una cita de la canción de Pedro Aznar que estoy escuchando: “me acobardó la soledad y el miedo enorme de morir lejos de ti.”

Soledad. Esa es una palabra inmensa. La soledad de una noche de domingo quizás sea lo único más arrogante que el paseo cadencioso de las demás noches. Al menos durante el día podemos aspirar a la ilusión del gregarismo, incluso ciertas noches también nos empujan a ello, pero la soledad es el más negro de todos los gatos que puedes encontrar en una noche de domingo.

Dos.
…En el fondo todos somos un Juan Pérez. O un John Doe, como dicen los gringos. Caminas por la calle y te cruzas con cientos de Juan Pérez, y tú también lo eres para ellos. Eres un desconocido solitario que camina tan absorto en los problemas del trabajo o en la portada del día del diario de la esquina, que ni siquiera te das cuenta que eres otro desconocido solitario más. Y en medio del gran tumulto del paseo Ahumada, sólo eres otro Juan Pérez que observa como avanzan los demás. Pero los ves como a través de un vidrio, como si estuvieran en otro tiempo, como si recorrieras las vitrinas del gran museo de Juanes Pérez que es el mundo. Y recorres este museo sintiendo que eres el único visitante, pues vives en la fantasía de ser alguien, te refugias en tu doctorado en física cuántica o en que eres un gran escritor de novelas para dejar de sentirte solo, para saber que trabajas y que existes en relación a otros. O como diría Cortázar: en el fondo, si se pudiera diríamos que existimos en un plano en el que nuestra soledad se comunica con las otras soledades. Pero eso es algo demasiado paradojal, ¿no?, incluso para la conversación de dos extraños en un café. Pero mi punto es ese, tú y yo somos dos extraños que por un accidente del azar nos topamos aquí y empezamos a hablar, hablar cosas porque sí, para espantar el silencio, y de a poco dejamos de ser desconocidos el uno para el otro. Te conté que estoy recién separado y es en eso en lo que me refugio para existir… otra paradoja, pero es así: lo mismo que me corroe las entrañas de dolor y me mata de resentimiento, es lo que me hace saber que existo. Y me mata de dolor porque pone en duda mi existencia, porque ya no está la mujer que me hacía saber que yo soy yo. Quizás el amor es la mayor de las ilusiones de existencia, porque vives en relación a esa otra persona, que dice que te quiere y necesita, y que evidentemente tú también necesitas para poder mantener en pie tu ilusión de ser en un estado distinto al de la soledad… corremos a los brazos de otro sólo para saber que existimos, damos un beso de amor, esponjamos los cuerpos en la ilusión del tú y yo, formamos una familia, todo con tal de escapar de la certeza de ser en soledad. Lo extraño es que ahora ya sé cómo te llamas y también que fumas mucho, y ya no me siento tan solo… no sé, quizás a ti te pase lo mismo.

domingo, 26 de agosto de 2007

Un poco de barroca – y de dudosa calidad literaria – honestidad.

…De pronto me descubro absorto contemplando la foto que está sobre mi mesa de trabajo. Es una foto a la que despojaron del marco y ya no le queda mucho de qué sostenerse, en un sentido tanto literal como figurado. El marco está en otra casa, una casa inexpugnable, y desde ahí, colgado en alguna de sus murallas, luce obligado otra foto con otras gentes.
En la foto original, esa que alguna vez estuvo en el marco y que ahora descansa sobre mi mesa de trabajo, aparece una pareja ataviada a la usanza del siglo XIX. Se observan. Se aman. Y son felices. Son felices con la ingenua felicidad decimonónica de aquellos que todavía creen en los ‘para siempre’, ingenuidad que salta del plano bidimensional de la fotografía para clavarse como estaca en el alma de quien la observa, como queriendo ser un cruel espejo de lo que hasta hace muy poco fui.
Hace muchos años había descubierto que los ‘para siempre’ no existen, sin embargo eso no los convierte en algo menos doloroso. El hecho de saberlo no es un antídoto ni una vacuna contra sus consecuencias. Es como tener a tu abuela enferma de cáncer: aunque sabes de antemano el desenlace, de todos modos lloras cuando éste llega.
Y tan irrefutable como ese viejo axioma de la física que sentencia que ‘todo lo que sube, tiene que bajar’, lo es el hecho de que todo lo que empieza tiene que terminar, o que todo lo que se junta inevitablemente terminará por separarse.
Entonces ya no tiene sentido que esos dos sigan observándose con su cara de bobos, eso sería casi un desafío a las leyes de la naturaleza. Lo mejor es separarlos y ponerlos a observar a cada uno a donde mejor le plazca, o hacia donde más le acomode, y que se lleven su esperanzada ingenuidad a otra parte, otro lugar y otras direcciones a las que mirar, en donde puedan creer, aunque sea por un ratito, en la posibilidad de un para siempre…

“Adiós mi amor, mi cáncer”
H. Müller, casi.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Canciones...

Aquí un par de canciones de las que irán en BOXEADOR.
Ambas están dedicadas................

Mis sábanas sin ti.

Tengo miedo de esta noche
De mis sábanas sin ti.
Tengo miedo del derroche
De soñarte sin dormir.


Noche llena de fantasmas,
Noche donde pago karmas,
Noche en que no estás aquí.
Voy dejando que te pierdas
Y esta cama se hace eterna
A medida que te vas…

Prendo un pucho con el fuego
De mi pobre herido ego
Que se apaga en soledad,
Y a medida que lo fumo
Tu recuerdo se hace humo,
Vas borrándote de mí…

Tengo miedo y no hay caso
De olvidar aquel abrazo
Con el que dijiste adiós.
Y por más que lloro y rezo
No me arranco de ese beso
Que aún me quema el corazón.

Esta lucha está perdida,
Pues son tantas las heridas
Que quedaron al partir…
Me desangro en la agonía
De saber que no eres mía,
De saber que te perdí…


TANGO.

Pruebo, masco y trago arena
Y me sangra el paladar
Te metiste entro’e mis venas
Ya ni puedo respirar.

Me ahogo cuando faltas
Cuando estás lejos de mí
Cuando cruces esa puerta
Te arrancaré de aquí.

Hembra y puta traicionera
A este hombre envenenaste
Hembra ingrata y tan rastrera
Por el suelo me dejaste.

lunes, 6 de agosto de 2007