lunes, 10 de diciembre de 2007

Novela XVI

Setenta.
- ¿Qué te pasa a ti con los domingos?
Siempre me han incomodado las preguntas a quemarropa. Me descolocan. Quizás es por eso que preparo el camino o espero el momento adecuado cuando el que va a preguntar soy yo, para que el aludido tenga tiempo de ponerse el blindaje y decida si quiere o no responder semejante incomodidad en la que oso meter la nariz... Que qué me pasa con los domingos (¿?)… Parece una pregunta fácil, sencilla, de esas que se responden con dos o tres frases livianas; pero no, no lo es.
Por supuesto respondí con dos o tres frases livianas, pero como casualmente hoy es domingo, la pregunta quedó haciendo eco durante todo el día. Ni siquiera yo sé muy bien lo que me pasa, y ahora, mientras me siento a esperar una respuesta que probablemente no llegue, vuelvo sobre el tema, y vuelvo a no encontrar nada más que una incómoda sensación.

Setenta y uno.
Corolario a un cuento:
Si los dinosaurios fueron barridos por el meteorito, ¿cómo es que el avestruz nunca se enteró?

Setenta y dos.
…No. La respuesta no llegó. Me voy a la cama intuyendo cuál será el comodín usado mañana… me asombra esa capacidad para reaccionar con tanta radicalidad frente a una relación y con tanta complacencia frente a otra… pero qué rayos, no es mi problema.

Setenta y tres.
Sentada frente a mí, me miras como si estuvieras inventándome, como si fuera apareciendo al mundo en la medida que tus ojos me ven. Primero me inventas la boca, luego la nariz y los ojos. Después inventas mi pelo, mis orejas y el resto de mi cara. Inventas mis brazos y mis manos. Cuando inventas mis pies puedo acercarme a ti. Entonces invento tu oreja y con la boca que me acabas de crear te susurro palabras de amor y sueños de futuro, mientras el resto de nuestros cuerpos se regocijan al descubrir nuevas e infinitas formas para reinventar el placer.

Setenta y cuatro.
En el baño, de pie, le paso la peineta al espejo intentando ordenar los pelos de ese que me mira cada vez que lo miro. Si le ordeno la melena, seguro sus ideas se pondrán en orden. Pero del otro lado todo es inútil, pues existe y se vive en un mundo inconcluso, regido por un dios triste que nunca aprendió a hablar...

Setenta y cinco.
Hace mucho que enmudecieron las voces que coreaban a Eugène Pottier. ¿Qué nos queda entonces? ¿Alguien sabe? ¿Quién cresta puede decirnos hacia dónde mirar y qué esperar?

viernes, 23 de noviembre de 2007

Traición.

Hay una sombra
Que me acecha
Que me ronda
Atenta y peligrosa
Con la espada desenvainada
Guerrera asertiva
Clavando aquí y allá
En el punto débil
En el punto exacto
A traición
Y por la espalda
Sin dar la cara
Ni dejar señales
Cubierta de pasa montaña
Y con las manos enguantadas
Sin nombre ni apellido
Ni domicilio conocido
Sin motivo plausible
Sin contrato ni previsión
Fantasma por amor al arte
Y sin esperar recompensa
Sicario de los pactos establecidos
De los que tiran piedras
Y esconden la mano
De los que tiran bombas
Sin declaración de guerra
Ni mediar provocación
De los que aprietan el botón
Y se van a dormir la siesta
Sin culpas ni remordimiento
De los que aprovechan la oscuridad
El sueño profundo
La aparente calma
Los brazos caídos
La mirada distraída

No es más que aire lo que se interpone entre nosotros
Algunos metros
O cuadras
Quizás kilómetros
Pero
Al fin y al cabo
Tan sólo eso
Aire
Propongo acortar la brecha
Propongo sentarnos uno frente al otro
El hombre y la sombra
Separados sólo por un par de cervezas
Y el cenicero que se irá llenando a medida que hables
Sólo quiero escuchar
Escuchar los por qué
Y después de entender
Tal vez te deje ir
O tal vez te saque de un ala por la puerta trasera del bar
Para devolverte a las sombras
De las que nunca debiste salir

Novela XV

Sesenta y tres.
Hoy es uno de esos extraños días en los que no ocurre nada de lo que debiera y esperas que ocurra. Y aunque, para ser honesto, no tengo idea de qué es lo que esperaba, es un día que desde hace meses estaba marcado en rojo en el calendario. Un día esperado, aunque temido. Imaginé cientos de panoramas distintos, pero definitivamente ninguno era lo que fue. En ninguna de mis proyecciones había manos brujas entremedio. En ninguna el diablo metía la cola. Es injusto que todos los esfuerzos por mantener la cordialidad sean borrados de un brochazo por quién sabe qué motivos, por quién sabe qué estúpido ocioso sin nada mejor que hacer.

Sesenta y cuatro.
Auto retrato de día jueves a las 03:00 am. Me afeito cada cuatro o cinco días. Me fumo dos cajetillas al día: una de cigarros fuertes, ojalá negro y sin filtro, y otra ligth para ir matizando. Una parte importante de mi presupuesto lo invierto en cerveza. Escucho buena y mala música indistintamente, pero jamás las canciones de moda. Con suerte lavo los platos sucios cada dos días. Tengo el teléfono cortado y en el resto de las cuentas dice “corte en trámite”. Ya no me molesto en prender la tele, porque la costra de polvo hace imposible distinguir si el que habla es Camiroaga o el Rafa Araneda. El cubre piso tiene tantas manchas y quemaduras de cigarro como lunares hay en tu cuerpo. El tarro de café me dura una semana. Ando todo el día a pata pelá y sin camisa. No consumo drogas ni voy a casas de putas: jamás he pagado por sexo. Soy ateo e izquierdoso hasta la médula. Soy porfiado y despierto hablando incoherencias. Despierto después del mediodía cuando no duermes conmigo. Prefiero dormir contigo. Despertar contigo. Almorzar contigo. Me enamoré.

Sesenta y cinco.
El año 22, Joyce convirtió en epopeya la capacidad del hombre de lograr sobrevivir y sobrevivirse durante todo un día. Hoy, casi cien años después, te subes a un taxi a miles de kilómetros de Dublín, y respiro profundo mientras lo veo alejarse: recién comienza la odisea de sobrevivir a los próximos dos días sin verte.

Sesenta y seis.
Ya lo dijo Bukowski: “no es bueno no escribir / pero tratar de escribir / cuando no puedes es / peor.” A las cinco de la mañana ya no se para qué insisto. Mejor me termino el vaso y me duermo escuchando a Charly.

Sesenta y siete.
La noche se muere de sed y de falta de humo. Me acuesto y por la ventana trato de ver el escaso trozo de cielo que permiten los céntricos edificios, para así darle las buenas noches a la agónica noche. Viendo el cielo, imagino viajeros estelares posándose sobre una estrella que se apagó hace miles de años, para estudiar su composición y descubrir de qué están hechas la muerte y el olvido. Pienso en los astronautas que acaban de bajar de su cápsula espacial y se emborrachan con nostalgia mientras recuerdan las estrellas de las que vienen, escudriñando el cielo en busca de los planetas por los que paseaban, recordándose esquiando por las montañas de la luna. La nostalgia es inherente al ser humano: complejo de Arcadia, el regreso al Edén, al paraíso perdido, al todo tiempo pasado fue mejor. Patrañas: lo mejor está bajo las narices, o entre las sábanas, o a la vuelta de la próxima esquina. Mientras cierro la cortina veo el anillo que dejaste olvidado en la tarde. Por un segundo siento la tentación de lanzarme hacia la calle y aprovechando la oscuridad de la noche, llegar hasta tu ventana para entrar por ella a dormir contigo…

Sesenta y ocho.
Para la gripe: sopa de pollo.
Hielo para la hinchazón.
Leche tibia para dormir bien.
Ciruelas para la digestión.
Para la fiebre: paños húmedos.
Factor 15 para el sol.
Para el insomnio hay pastillas.
Hay jarabes para la tos.
Para la soledad: un buen escote.
O quizás masturbación.
Un café después de almuerzo.
Para el postre: un revolcón.
Agendas para no olvidarse.
Para el olvido: vino o ron.
Hay secretos para todo, menos para poder meterse en la cama cuando no estás. Doy vueltas como satélite en mi pequeño universo del parque forestal: león enjaulado en esta hora maldita…

Sesenta y nueve.
Buen número.
Buen año.
Buena cosecha.
Con treinta y ocho encima, estás como quieres.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Novela XIV

Sesenta.
Entre tanta cerveza y ron de anoche, olvidé que había puesto el teléfono en silencio. Varias llamadas perdidas y un mensaje de texto. Parece que no soy el único que se acostó y amaneció enrollado.

Sesenta y uno.
El mapa del amor y el deseo indican caminos que muchas veces no se encuentran. Las X, señales inequívocas del lugar en que se encuentra el tesoro buscado, en la mayoría de los casos se encuentran repartidas en momentos y espacios muy diferentes.
Cuando te vi, descubrí que tenías marcada a fuego la X del deseo. Perturbadoramente nítida. Irresistiblemente tentadora. Ya no estabas dibujada en un mapa, de pronto eras el mapa. Con fruición adolescente me lancé a descubrir los secretos escondidos en tu geografía, dispuesto a desenterrar el tesoro y a enterrarme en él.
En el camino empecé a descubrir nuevas y variadas X dibujándose en las sinuosidades del paisaje que ofrecía tu carne, distintos tesoros por conquistar. Y también me lancé detrás de ellos. Hay momentos en lo que me parece que voy acercándome a estos nuevos tesoros, pero siempre está el teléfono cerca para borrar de una pincelada el espejismo.
Ulises tardó diez años en regresar a Ítaca, y eso que conocía el camino. Yo, aunque lo intuyo, lo desconozco. Aún así voy en pos de la más preciada de las X que se dibujó sobre ti.

Sesenta y dos.
No quiero ser el avestruz. Frente a todo lo que está pasando, quiero ser el primero en enterarme.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Novela XIII

Cincuenta y seis.
No. No vuelan. Pudo haber sido una ilusión óptica. O fuegos de artificio. O un ovni que no encontró nada mejor que camuflarse con la forma de una vaca voladora. O probablemente haya sido yo, que de tanto asomarme a la ventana terminé por convencerme de que las había visto…

Cincuenta y siete.


Cincuenta y ocho.
Tengo tus ojos mirando en los míos, clavados, leyéndome. Nuevamente pienso en lo increíble que es el que estés aquí. Huelo mis manos y siento tu olor. Jugar con fuego quema, y ahora siento todo el infierno alrededor. Vuelvo a Roma, vuelvo a Troya, pero no como lo conocimos juntos, esta vez es distinto. Esta vez duele. Pienso en los roles que uno asume en la vida, y siempre supe cuál era el que yo estaba asumiendo. Pero en el camino todo mutó. El camino nos hizo ser parte de un nuevo fuego, uno compartido, uno cuya quemadura se agradecía. Pero es inevitable que mientras me abrazas me sienta abrasado… Y otra vez el teléfono…

Cincuenta y nueve.
El olvido es un arte del que pocos tienen capacidad. Si te miras en un espejo, es como si te vieras en todos al mismo tiempo, y si te ves, es porque aún respiras. Y si respiras, ya sabes lo que se te viene. A veces el olvido es una necesidad. A veces se hace necesario que alguien invente la cápsula para el olvido selectivo, una cápsula que te permita escoger algo para que nunca haya pasado. O al menos para no recordarlo, que es casi lo mismo. O quizás un mouse que se conecte a tu cerebro y te permita mandar al tacho de la basura aquello que te está incomodando. Y luego haces clic en “vaciar papelera de reciclaje” y ya está, asunto borrado, asunto solucionado.
Pero la certeza de un mundo basado en el E=mc2 indica que esto no es posible. Si algo te molesta, lo solucionas o te jodes. No hay más.
…Entonces que alguien invente un manual de soluciones para todos los posibles casos de indigestión cerebral.
Por ahora, a beber.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Novela XII

Cincuenta y tres.
Hace casi tres meses que este lugar es mi casa. Por más intentos que hago para convertirlo en mi hogar, no dejo de mirarlo como un lugar de tránsito. Algo así como un purgatorio. Hay veces en que es mucho más acogedor que otras, pero hoy no es uno de esos días. Hoy es un lugar oscuro, impregnado de olor a cigarro, con manchas en el cubre piso, con el insoportable ruido de las micros que transantiago no solucionó y con el polvo que se acumula estimulado por la invencible polución del centro de Santiago. Por suerte el entorno es agradable: barrio Bellas Artes y el Parque Forestal en reemplazo del inexistente patio.
Es algo más de la una de la mañana y salgo a dar una vuelta para desprenderme de un día que partió mal y que gracias a ti no terminó convertido en un desastre. Hoy es uno de esos días en los que me doy permiso para mirar todo con malos ojos, en donde todo lo tiño con la inmovilizadora frustración a la que autorizo a convertirme en presa. Hoy soy carne de buitres y hienas. (… ¿Buitres e hienas? Suena horrible.)
El paseo nocturno es útil para comenzar a abandonar la pasividad que implica la frustración e ir recuperando la pro actividad necesaria para salir de ella.
El paseo nocturno es útil para sacar las conclusiones correspondientes.
Hace casi tres meses que este lugar es mi casa y hace algo más de dos que la visitas casia a diario. Al volver del paseo, veo que hay un collar tuyo sobre el librero y recuerdo que dejaste una polera en el closet y que tienes cremas, peineta y cepillo de dientes en mi baño. Y vuelvo a mirar esta casa con ojos de hogar y pienso que mañana será un buen día…

Cincuenta y cuatro.
Parece que sí. Parece que a veces las vacas vuelan. O algunas de ellas lo hacen.

Cincuenta y cinco.
Sábado en la tarde. En el café de abajo de la casa trabajando un rato. Llamas y me das un beso. Varias personas comentan y coinciden en que se me ve bien. Seguro es por tus besos.
¡Bueno ya! Suena cursi, pero ¿acaso el amor no lo es?

domingo, 4 de noviembre de 2007

Novela XI

Cincuenta.
Luego de una noche de cervezas y amor, te veo desde atrás, enroscada sobre la silla, sentada en mi escritorio, trabajando frente al computador. El café frente a ti, el cigarro entre los dedos. Trabajar juntos resulta ser un mal negocio, pero un excelente afrodisíaco. La tentación de tu cuerpo es constante; el deseo, permanente. Nuestras miradas se cruzan a cada tanto, y luego el sonreírnos y besarnos parece ser una sola cosa. Y los besos nos invitan a despojarnos de la ropa… y nunca hemos sido buenos para rechazar este tipo de invitaciones. Del computador a las sábanas y vuelta al computador… y otra vez a las sábanas… y otra vez… y otra… y una más.

Cincuenta y uno.
Sábado en la noche. Cansado. Agotado. Exhausto. Fue un día de rock and roll desde muy temprano: correr, subir y bajar escaleras, y los golpes en la batería que se escuchaban por todo el parque forestal. A media tarde, el oasis de tu cuerpo, después del chapsui y el café, me rescata por un par de horas del ajetreo del día. Pero a esta hora, ya te has llevado tu cuerpo a cumplir con los deberes que van más allá de la carne, y yo he vuelto a casa, muy cansado para el carrete de día sábado, pero no tanto como para dormir. Entonces, el boliche del lado me provee de una buena ración de sushi, la botillería del frente aporta con coca cola y una bolsa de hielo y de mi refrigerador saco el ron que lleva varios días helándose. Enciendo el computador y reincido en esta bitácora que por algunas semanas he mantenido a medio vapor.

Cincuenta y dos.
Digo sábado en la noche como una estrategia para no decir que ya comenzó el domingo.

lunes, 29 de octubre de 2007

La conducta humana.

Los molinos corren a favor del viento, intentando escapar de ese quijote que insiste en perseguirlos sin piedad.

Novela X

Cuarenta y cuatro.
Aunque viviera doscientas vidas, no me alcanzarían para contar todos tus lunares. Pero si ese es el tiempo que necesito, lo acepto gustoso: doscientas vidas con tu cuerpo en mis manos, doscientas vidas con tu cuerpo en mis labios.
Si tuviera doscientas vidas para contar los lunares de tu cuerpo, repetiría doscientas veces el truco de Penélope y reiniciaría la cuenta una y otra vez, vida tras vida, así quizás podría extender el tiempo, y en lugar de doscientas, podría optar a trescientas o cuatrocientas vidas contemplando embriagado tu esplendorosa desnudez.
¿Cuánto tiempo son cuatrocientas vidas? Si calculamos a setenta años por cada una, tendría casi treinta milenios para gastarme los labios, recorriéndote.
Treinta milenios… Aunque, por lo pronto, me conformo con poder verte mañana.

Cuarenta y cinco.
Cuando estás a mi lado, basta con que cierres los ojos para que escale tus cerros y habite tus valles. Cuando estás lejos, sólo me queda cerrar los ojos e imaginarte aquí.

Cuarenta y seis.
Hoy cumpliría treinta años uno de mis mejores amigos de juventud. Pero hace doce años se cansó de cargar con el peso de su cuerpo y decidió colgarlo de un parrón para descansar. A tu salud, amigo, bebo estos vasos de ron con frutilla. Procedería a hacer las libaciones correspondientes por tu cumpleaños en ausencia, pero sé que no aprobarías que derrochara de ese modo el alcohol, entonces me tomo tu cuota y la mía.

Cuarenta y siete.
Esta casa sin ti no es más que una oficina, el lugar donde trabajo y duermo un par de horas para continuar.

Cuarenta y ocho.
Sentado frente al computador, intento terminar de escribir la obra que lleva semanas pendiente. Pienso en el rol del teatro y del dramaturgo. Pienso en frases para el bronce: un verso en el teatro debe ser como una palabra en la página en blanco, debe sobreponerse a la inmensa fuerza del silencio, cada frase en sí misma debe justificar el llevar a escena la pieza completa, cada imagen generada debe poseer la fuerza de un relámpago: fugaz y estremecedora, indiscutiblemente arrolladora. Müller decía que para la sociedad el teatro debe ser el placebo de la revolución. The shadow in the end is no better than the substance, comenta Beckett. ¿Somos sólo esa sombra que en sus delirios de grandeza pretende marcar las pautas de lo que vendrá, o somos la insípida revolución de tubo de ensayo, en escala microscópica, que no hace más que proteger el status quo, perpetuando los órdenes establecidos mientras genera en los espectadores una ilusión de libertad? ¿Qué fue de “los bandoleros” de Schiller y esa turba de jóvenes que salieron a los caminos creyéndose Robin Hood? ¿Qué fue de Goethe, el responsable de cientos de suicidios inspirados en el tumultuoso amor juvenil? ¿Qué fue de aquél que terminó con las odiosidades familiares al exponer las consecuencias de los enfrentamientos entre montescos y capuletos? ¿Dónde están los ojos de Edipo, que se vaciaban en las páginas de Sófocles, o las entrañas de Prometeo, aquellas que todos devoramos gracias a Esquilo? ¿Quién es capaz de sacrificar a su hija cómo lo hizo Agamenón? ¿Qué hemos hecho del teatro? ¿Qué hemos hecho del hombre? Construimos castillos en el aire que nadie habitará. Lanzamos botellas al mar con mensajes que nadie leerá. Fabricamos metáforas indescifrables. Pero, ¿qué otra cosa podemos hacer? Somos como Juan en el desierto. Somos Ariadna abandonada en la isla de Dionisos. Somos como Casandra. Y escribimos a pesar de todo. Escribimos porque no podemos hacer otra cosa, escribimos aunque nuestras cabezas puedan terminar en una bandeja de plata.

Cuarenta y nueve.
Afuera suena un disparo y al rato veo el reflejo de las balizas que inundan de rojo todo el departamento. Comprendo, de pronto, que el mundo sigue el rumbo que quiere tomar. Termino de un trago el contenido de mi vaso y me dispongo a meterme en la cama. Todo está bien, me digo, en el mundo todo está bien. Sólo hay un pequeño detalle: tú no estás en mi cama. Y eso es suficiente para hacer tambalear por completo el orden del universo.

viernes, 12 de octubre de 2007

Canción......

Escribí esta canción hace un par de días para BOXEADOR, la dejo para los hambrientos que visitan esta cosa y para matizar tanta novelita autoreferente..........
Ah!!!!! Y como dicen en TV: cualquier semejanza con la vida real, es sólo coincidencia.

CANCION:

(Recitao.)
Entre el querer y el deber
Elijo por lo que quiero
Y si por eso me muero
Será lo que tenga que ser.

(I)
No quiero morir de viejo
Yo quiero morir viviendo
Si en vida tuve tus besos
Muero contento por eso
Que habiéndote desvestido
Mi ciclo ya está cumplido
Que al ver tu cuerpo desnudo
Renuncio al resto del mundo
Que por tenerte en mi cama
Ya puedo morir mañana

(Coro.)
Esa boca tuya me envenena
Ya me muero, estoy envenenado
Ya me pongo el pijama de palo
Soy fantasma que carga cadenas
Ya me voy pal patio de los callaos
El infierno me está esperando
Ya no quiero ser tus patas negras
Ya no puedo más con tanta pena
Al olvido ya estoy entregao
Derechito voy pal otro lao
Voy feliz, de tí me he enamorao
Voy contento, pues ya te he besao…


(II)
No quiero morir de viejo
Yo quiero morir contento
No quiero morirme solo
No quiero morir de a poco
Y si tu cuerpo es veneno
Por él, feliz, me condeno
Si es que tu beso es desgracia
Desgraciada sea mi casa
Y si muerte hay en tus ojos
Yo mismo excavo mi foso

(Coro.)
Esa boca…

jueves, 11 de octubre de 2007

Cuarenta y tres..........

Tengo los ojos cafés, las manos rojas y una infinita capacidad de cometer estupideces. Lo siento.

martes, 9 de octubre de 2007

Novela IX


Treinta y ocho.
Si cada día tuviera un olor, los domingos olerían a gris. Claro que esto es una estupidez, ya que los colores, como los días, tampoco tienen olor. Salvo quizás el naranjo, que huele a naranjas. O el rojo, que huele a tomate, o a sandía, o a un tronco quemándose en la chimenea de la gran casa de playa de la infancia. El rojo es el color de la infancia, o al menos de la mía, con todos los olores que se pueden asociar a ese color.
Si cada día tuviera su olor, los domingos de la infancia olerían a kuchen en la casa de la abuela alemana; los domingos de la adolescencia olerían al encierro del viejo cine de la calle Tarapacá; los de la juventud, tendrían el olor del almuerzo familiar en casa de los padres o de los suegros de turno; los de hasta hace poco, olían al café de grano con los huevos fritos del desayuno, olían a tierra mojada y a las manos impregnadas por la savia y los jugos de las plantas y arbustos podados en el jardín, olían al carrete de la noche anterior, a veces olían a cera y lustra muebles, algunos domingos de invierno olían todo el día a cama y pizza con coca-cola, mientras sonaba la cultura entretenida en la TV. Hoy, casi todos huelen a gris. Con matices, es cierto. Pero, al fin y al cabo, gris…

Treinta y nueve.
Entre un domingo y otro: tu cuerpo multiplicado por seis.

Cuarenta.
Todavía hay veces en las que me invade la nostalgia. Todavía hay veces en las que pienso que la veré más tarde. Todavía hay veces en las que al salir de casa, antes de cerrar la puerta, descubro que el dedo pulgar de mi mano izquierda busca en el dedo anular de la misma mano. Todavía hay veces en las que me sorprendo cuando no encuentro el anillo que antes nunca faltó. Y me sorprendo cuando, por un segundo, tiendo a devolverme para buscarlo. Todavía hay veces en las que me siento tentado de tomar el teléfono sólo para saber cómo está, pero ya sé cómo terminaría aquello y para qué escarbar las heridas si de estas cenizas ya no volverá a brotar fuego. Todavía hay veces en las que me estrujo el seso pensando en que la mayoría de las personas lucha toda su vida y se conformaría si al final consiguiera sólo un décimo de lo que ahí tuve, y yo, que lo tuve todo, fui incapaz de permanecer. Es fácil confundirse en la comodidad de una vida relajada, en la certeza del amor del otro, hasta llegar a tranzar y olvidarse de los motores originales, apoltronándose en el mullido aburguesamiento del saberse amado. Pero cuando se ha ido lo importante, nada de eso es suficiente.
Y hubiera sido más sabio evitar los torbellinos, las conversaciones mutuamente inquisidoras, la dureza y el filo de palabras dichas sin pensar, palabras de las que me arrepentí aún antes de terminar de decir, pero que ya se habían instalado como marco ineludible para lo que continuaba de la conversación. Y aunque había que dejarlo todo lo suficientemente claro, cerrando cualquier puerta o ventana que estuviera entre abierta, hoy corroboro que su premisa, don Tomás, es absolutamente falsa, inhumana y fascista, puesto que ningún objetivo justifica medios injustos ni cuchilladas a traición.
Creo que empiezo a sonar con la autocomplacencia de un libro de auto ayuda, qué asco…
… Pero, ay, caray, es domingo y es inevitable.
Sólo sé que, si pudiera, me tragaría los kilómetros y kilómetros de palabras mal dichas, una por una, quizás así hubiera escuchado su voz al otro lado del teléfono el día de mi cumpleaños y no tendría que haberme conformado con un escueto mensajito de texto del que ni siquiera entendí el final, pues a pesar de que el camino transitado ya es historia, no deja de parecerme cruel que tengamos que resumirla en los 160 caracteres que permite el celular… 16 letras por año, ¿ese es el saldo final?
00:06, ya es lunes. Me voy a dormir.

Cuarenta y uno.
Escribir esta pseudo novela es mucho más barato que un psicoanalista. Y más cómodo, pues no necesito pedir hora…

Cuarenta y dos.
Y me acuesto acompañado de tu olor y con el peso de tu cuerpo que aún se dibuja sobre mi cama, es casi como dormir contigo.

sábado, 6 de octubre de 2007

Paredes que hablan...


Cuando se traman secretas conspiraciones suele decirse que las paredes escuchan, pero cuando se trata de desenmascararlas, éstas pueden gritar con la fuerza de mil pulmones:
Las murallas murmuran lo que las bocas no se atreven a gritar…
La mayor y más democrática de todas las editoriales son las calles, los asientos de las micros, los baños públicos.
Póngale nombre al pico…
Jonathan y Briggitte, se aman por siempre.
Juanito, vuelve a casa, ya te hemos perdonado. Tus padres.
Cambio moto chocada por silla de ruedas.
Evite el aborto, hágalo por el orto.
La única iglesia que ilumina es la que arde.
El Mercurio miente.
Ni perdón ni olvido.
Hasta siempre compañera Gladys.
Ya no me hago en la cama…

Novela VIII

...Y aquí va otro poco...
Treinta y dos.
Placer y nostalgia me provoca el verte vestir. Placer al descubrir cada vez nuevas facetas en la exquisita relación que estableces con tu cuerpo. Nostalgia, pues significa que ya te vas, privándome de ese placer y de todos los demás que de él se desprenden.

Treinta y tres.
Cuento: Érase una vez… TÚ…
Etcétera.

Treinta y cuatro.
Me es muy difícil tratar de no pensar en por qué alguien que disfruta tanto de la piel prefiere el amor por correspondencia… pero hay que aprender a no meter la nariz donde no corresponde hacerlo.

Treinta y cinco.
“Tú y yo vivíamos encima de una discoteca, todas las noches se quejaban los de la discoteca porque hacíamos mucho ruido…” J. Sabina, casi.

Treinta y seis.
… y aunque todavía no es domingo, ya empiezo a sentir sus influencias.

Treinta y siete.
Cuento: Érase una vez… YO…
Mierda, ¡qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno!

martes, 2 de octubre de 2007

Novela VII

... y otro poco más...
Veintiséis.
Los días y las semanas pasan y los encuentros se suceden uno tras otro. Ya casi es sábado y ni siquiera noté cómo pasó el último domingo. Mérito tuyo. Tuyo y de ese cuerpo que luces orgullosa, y que reclama a gritos por mis manos cada vez que lo traes cerca mío.

Veintisiete.
La noche avanza, pero mis sueños se quedaron atrapados y enmarañados en tu recuerdo: tu cuerpo es lo único que veo cada vez que cierro los ojos.

Veintiocho.
Sentado en las vísperas de algo que no sé bien qué es, pienso y las ideas se me empañan. Intento asumir una postura en algo en lo que ni siquiera tengo claro si me corresponde hacerlo. Hace algunas horas me tiré en la cama para dormir y tranquilizar tu imagen que va y viene todo el tiempo, pero el teléfono sonó con una invitación a comer y ya no pude seguir evadiéndome de mí. La comida quedó pendiente y también el intento de dormir, y ahora, mientras destapo la tercera cerveza, prendo el computador y me siento a vaciarme en esta especie de bitácora en la que busco refugio de tanto en tanto…
Escribo lo que pienso, aunque sin pensar muy bien lo que escribo, y lleno otro vaso, y carajo…

Veintinueve.
Eres la dueña de: un cuerpo cinco estrellas; una boca full equipo; unos ojos de mil watts; unas manos de otro mundo y la pasión de una pantera. Y yo apenas me tengo a mí mismo.

Treinta.
Treinta. Ya cumplí treinta. O al menos ya comencé a celebrarlo. Salud.

Treinta y uno.
Otra vez suena el teléfono, pero ya no desperté…

lunes, 17 de septiembre de 2007

Novela VI

... Otro poco...

Diecinueve.
¿Ser o no ser?
¿Por qué yo nunca me hice esa pregunta?
… Seguro que estaba ocupado en algo más concreto.

Veinte.
Muchas veces me pregunté qué era lo que pensabas cuando pensabas en mí, pero siempre ocurría en tu ausencia, cuando recibía algún mensaje de texto o yo te lo escribía. Hoy, por primera vez lo pensé mientras tus ojos graves miraban en los míos.

Veintiuno.
… Y entonces me miras, y es como si de pronto en tus ojos se condensaran todos los pecados de la tierra.

Veintidós.
Con un café muy cargado para tratar de lidiar con esta resaca comienzo un nuevo domingo.
Desde hace algún tiempo, los domingos tienen la extraña capacidad de hacerme sentir ajeno a todo lo que me rodea. El desarraigo absoluto es una sensación que percibes sólo después de haber conocido su absoluto opuesto. Y aunque el peso de la tierra haya atrofiado las raíces, éstas siempre buscarán nuevas grietas donde alojar. Mierda. Estoy empezando a sonar como esos estúpidos papelitos cargados de mala poesía que durante años te entregaban en las esquinas a cambio de una moneda…
Mejor lleno la tina y juego por un rato a ser Jean Paul Marat, zambullido en el agua caliente, elucubrando revoluciones y soñando con revolucionar el cuerpo de aquella que me revoluciona.

Veintitrés.
Hay veces en que me confundes y me dejo confundir. Me siento, como dice la canción de Claudio, como un manco tratando de guardar un as bajo la manga. Debajo de cuál manga puedo esconder mis cartas, si mis manos se han deshecho de tanto recorrerte. No hay cartas ni juegos posibles.

Veinticuatro.
Entre el humo, los amigos y la cerveza del bar, en medio de la noche que avanza y las bromas con la mesa del lado: el celular comienza a dar su beep a cada tanto, ampliando las dimensiones de lo clandestino, modificando las fronteras del erotismo, enseñándonos nuevas posibilidades para definir la carne, mediatizando los cuerpos y erizando la piel al sentir como es recorrida por una lengua que se convirtió en palabras.

Veinticinco.
Y por fin amanece y despierto a las infinitas posibilidades de un nuevo octavo día.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Insomnio.

Durante el día soy un chico dulce. Durante la noche las hormigas me tratan de comer. Luego, el escándalo de los osos hormigueros que contraté para que me defiendan, no me deja dormir.

Lázaro.

Es mucho menos peligroso jugarse la vida que esperar la muerte. Eso repetía Lázaro una y otra vez antes de que le pasara lo que todos sabemos que le pasó. Lo que pocos recuerdan es que por esos días Lázaro pintaba graffitis anti romanos en las murallas, cargaba de miguelitos su mochila y recorría las calles recogiendo botellas de pisco o cerveza para fabricar las molotov.
Aquel día histórico, Marta y María, sus hermanas, le recomendaron que tuviera cuidado cuando lo vieron salir con su mochila en la espalda. Es más riesgoso esperar la muerte que jugarse la vida, respondió él como de costumbre. A las dos horas lo estaban embalsamando.
Por suerte para él, el milagrero andaba ese día dando unas vueltas por el barrio. Pero el nuevo Lázaro, de terno y corbata, era muy difícil de reconocer incluso para quienes lo habían conocido de cerca, sobre todo para ellos. Por las piedras hay que irse tranquilito, era el nuevo lema del antiguo líder del Movimiento Revolucionario Juan Bautista.
Hasta que le llegó el día de volver a emprender el viaje del que casi todos no regresan. Y esta vez no regresó.
Sin los honores del MRJB, Lázaro fue despedido en una ceremonia discreta y con la misma discreción llegó al otro lado. No pasó mucho tiempo antes de que renegara de su transformación y desde entonces, tres o cuatro veces al año, sale junto a Nerón por las noches y entre los dos arman sendas barricadas para protestar contra la tiranía del colúo.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Novela V

Ya saben lo que deben hacer.........POSTEAR!!!!!!


Dieciséis.
… Y otra vez es domingo. Despierto con tres llamadas telefónicas seguidas:
Uno: “Habrá que seguir juntando ganas.” (45 segundos)
Dos: “¿Vamos al asado?” (1:33 minutos)
Tres: “Aunque sé que es mejor así, a veces te echo de menos… te quiero… ¿por qué me haces sentir culpable?... eres insoportable, te odio… ya chao.” (36 minutos)
Me levanto, me hago un café y prendo un cigarro. Intento ordenar las distintas versiones que diferentes mujeres hacen de mí, pienso en las variadas expectativas que generamos en las distintas relaciones. Nunca somos la misma persona para diferentes interlocutores, me diría Sábato, mirándome con cara de “pobre imbécil”. Amante, amigo, ex esposo. Por suerte ninguna era mi madre, no hubiera sido capaz de resistir un despertar enfrentado a tanta esquizofrenia. Al rato vuelve a sonar el teléfono, es otra amiga, de esas que sólo hablan porque les da pavor el silencio. Mientras la escucho, voy terminando de despertar. Me hace reír, me relajo y termino de acomodar -del mejor modo posible- las distintas versiones que recibo de mí, dentro de este único cuerpo que poseo.
Cuelgo. Prendo otro cigarro y enciendo la radio. Nito y Charly cantan: “solamente muero los domingos, y los lunes ya me siento bien”.

Diecisiete.

Cuento: érase una vez… truz.
… que cuando se decidió a desenterrar la cabeza y por fin enfrentar lo que para todos era evidente, sintió terror… y volvió a esconderse.

Dieciocho.
Afuera hay un hermoso día de primavera invitando a la pasión de los cuerpos clandestinos.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Herencia.

Mi madre y las cucarachas no se llevan, eso es un hecho, pero son como parte de su destino. Extraño castigo para una extraña falta, falta desconocida, pero que ha de existir, puesto que las cucarachas están en su vida, cada día, a cada hora, en cada lugar. Cada vez que abre una puerta debe respirar hondo y calmarse, pues sabe que detrás de ella más de alguna cucaracha estará lista para recibirla. Mi madre observa ininterrumpidamente desde el comienzo del reino hasta el final del reino, siempre de un lado para el otro, buscando a los acechantes insectos. Mueve la cabeza de un lado para el otro en busca de los ilegales que a diario cruzan la frontera de su privacidad, como llama ella a esos escasos momentos en que las cucarachas no la invaden.

Mi madre ha leído mucho sobre este mal en numerosos semanarios y publicaciones medicinales o parasicológicas, ha visto los programas en la televisión en donde un número siempre variable de profesionales tratan de arreglarle la vida a personas como ella, incluso una vez llamó por teléfono a uno de esos programas y el profesional de turno se rió mucho de ella. No volvió a llamar, pero sigue viéndolos a diario con la esperanza de que aparezca alguien con un caso similar al suyo, por último para no sentir que lo de ella es una maldición. Dice que no le importaría tanto si hubiera alguien más con un castigo semejante, dice que no es necesario que también lo persigan cucarachas, dice que si son arañas o alacranes le serviría lo mismo, dice que lo importante sería no sentirse tan extrañamente única.

Yo quiero a mi madre, pero desde pequeña se me generaba una especie de resentimiento, una especie de temor cuando veía que ella se acercaba para hacerme cariño o para besar mi mejilla. Me daba pavor que me contagiara su mal, me aterraba pensar que junto con sus demostraciones de afecto me hiciera heredera de ese extraño tropismo que genera en las cucarachas. Entonces me arrancaba y me escondía. Después, cuando ya estaba lejos, me sentía culpable.

Otras veces, cuando me despertaba en las noches perturbada por el sonido de la marcha de las cucarachas hacia la cama de mi madre, apretaba los ojos muy fuerte y deseaba que se muriera, que ya no estuviera más en mi casa, que se fuera lejos.

Pero hay cosas que se heredan desde la cuna y cada intento de orden generará siempre un nuevo desorden. Lo supe a los once años, aquella noche en la que ya no soporté más convivir con esos animalejos que mi madre atraía. Esa noche me levanté a hurtadillas, hice un bolso con ropa y salí de casa decidida a no volver jamás. Caminé a oscuras durante un tiempo que no sé precisar, pero creo que fueron horas. Cuando comenzó a amanecer supuse que ya estaría lo suficientemente lejos de mi madre y su mal, entonces decidí descansar. Mi sorpresa y desilusión fueron enormes al ver que al menos la mitad de las cucarachas de mamá estaban ahí, conmigo. Cuando comprendí quién era yo, lloré por largo rato, luego volví a casa y besé a mi madre por primera vez en muchos años.

De aquello ha pasado largo tiempo, pero hoy, cuando mi hija no despertó en su cama y apareció a media mañana abrazándome y besándome recordé a mi madre. Mi hija no dijo nada, sólo me entregó un papel en el que estaba escrito lo siguiente:

“Mi madre y las cucarachas no se llevan…”
(Este texto formó parte de una intervención a partir del cuadro "La lectura", realizada hace casi un año en el Museo Nacional de Bellas Artes.)

Novela IV

Para los aparecidos, un consejo: empiecen a leer por el principio......
Pal resto, sigan posteando.......
Doce.
“Se han visto vacas volando”, me dijo hace un par de días una amiga. “Yo aún no veo ninguna”, cerré la conversación. Sin embargo, después de eso me he visto en tres o cuatro oportunidades asomado por mi ventana escudriñando el cielo y aunque todavía no las veo, empiezo a creer que aparecerán.

Trece.
El chocolate, ¿con almendras?

Catorce.
3:29 am y hace un rato que empezó el día sábado. Vengo entrando a la casa con algunas cervezas extras. Un amigo me contó la historia del hombre con frío, una linda historia, de esas que todos hemos escuchado en algún bar cuando andamos dispuestos a abrir los oídos, de esas historias que tienen vocación de espejos de feria y que nos devuelven nuestra imagen un poco distorsionada, pero nuestra imagen al fin y al cabo…

Quince.
Tántalo homenajeó a los dioses dándoles de comer la carne de su propio hijo, desatino que le pesará por toda la eternidad. Condenado por Zeus, Tántalo cuelga de un árbol frutal que crece sobre una laguna en medio del Hades, atormentado por hambre eterna entre la fruta y sed sobre el agua.
9:25 am, despierto con hambre y sediento. Y mientras más me emborracho de beberte, más crece la sed…

jueves, 6 de septiembre de 2007

Novela III

Aquí va otro poco...
Nueve.
“Dormí sin sueños luego de un orgasmo así”. Creo que la cita es de Rodrigo Lira, no podría asegurarlo, así como tampoco puedo asegurar que sean las palabras exactas, pero las recordé ayer cuando me levanté y se quedaron dando vueltas por mi cabeza.
Hace unos minutos, antes de subir al taxi, dijiste algo que me gustó. Bueno, confesión por confesión: desde los quince años que no tenía tantos sueños eróticos en una sola noche.
Lira: ¡¡¡SACÚDETE EN TU CRIPTA!!!

Diez.
Y nuevamente la ciudad a nuestras espaldas quedó convertida en cenizas, como Roma, como Troya, como Nueva York. Pero es que de otro modo es imposible, pues aunque eres hermosa durante el almuerzo, a la hora del postre eres simplemente perfecta.

Once.
Se acabaron los cigarros, necesito una cerveza: te veo mañana.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Novela II.

Aquí va otro poco.........
.......Posteen, hijos de puta.......
Tres.
ELLA: ¿Alguna vez has pensado en las palabras? Son algo raro. La palabra somos, por ejemplo, es sorprendente y maravillosa: no importa cómo la leas, de ida o de vuelta, siempre dice lo mismo: somos. No importa cómo, siempre somos quien somos.

ÉL: Lo mismo ocurre con la palabra solos: de ida o de vuelta, siempre somos solos.

Cuatro.
No deja de sorprenderme la facilidad que encontró tu piel para quedarse grabada en mis manos y mis labios. No deja de sorprenderme que estés en esta casa y esta cama. No deja de perturbarme el modo en que me miras. No dejas de perturbarme, así, a secas, sin complicaciones y sin el mírame cuando te hablo.
Sencillamente cruzas la puerta y te plantas frente a mí, con la coquetería y el desparpajo de una quinceañera; decidida, pero preguntando “y ahora qué”. Y vamos mezclando miradas cargadas de lujuria con un poco de alcohol o de café o la sutil acidez de un jugo de naranja envasado. Y entre puchos y besos van apareciendo las confesiones… Pero el pensamiento se apaga, enmudece y naufraga en el fragor de los cuerpos.

Sé que te quiero
Y no puedo
Defenderme
Esconderme
De tu santo
Y ardiente corazón.

Sé que tus labios
Van despacio
En los brazos
De tu encanto
De tu santo
Y ardiente corazón.

Voy a pelearte
Revolverte
Removerte
Encenderte
Hasta los llantos
Advierte corazón.

Voy a desearte
Contra todo
Contra el lobo
Contra vuestro
Compromiso
Con el mayor dolor.

Serás la furia
De la vida
Reprimida
Consumida
Por los días
Ardiente interior. (*)

…Y no creo que me sorprenda mañana, cuando despierte aún con tu olor en mis manos.

(*)Fragmentos de “Has sabido sufrir”. Carlos Cabezas, electrodomésticos.

Cinco.
Borges comenta a propósito del amor de Dante por Beatriz y a su vez, Dante sentencia de la relación entre Francesca y Paolo Malatesta: Enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible.
Hace mucho que dejé de creer en virginales Beatrices o en la dulcineificación de Aldonsa. Las princesas azules deben de estar desterradas y congeladas en el fondo de algún lago del polo, muertas de frío y frigidez. Muertas de virginidad. Muertas en el eterno aburrimiento de las piernas cruzadas. Prefiero la condena de Francesca o la encendida pasión de Pasifae. No cambio a ninguna de las mujeres que he conocido y menos por alguna de esas bellas vírgenes de estantería, mujeres del se-mira-pero-no-se-toca. El amor puede ser falible, pero la carne no.

Seis.
Vivimos en un mundo donde el amor puede ser el más común de los sustantivos y el amar, el más destructivo de los verbos.
¡Basta de mamonerías! No es el amor lo que buscamos conjugar en el ritual de los cuerpos ciegos, es delirio, es vértigo, es un salto al vacío sin elásticos en los tobillos. Es entrar en un campo minado para perderse en el perfume de los cuerpos que se queman, ebullen y explotan.
¿Quién quiere trascender? Es sólo al aquí y ahora a lo que invita este cuerpo desnudo.

Siete.
En la entrada del túnel de la represa de Agoyán, en Ecuador, alguien había escrito: “Entré y nunca salí”. Respiré profundo y también entré…
Desde ese día, disfruto entrando y saliendo de todos los túneles que se me atraviesan, los reales y los metafóricos, los indefensos y los peligrosos, aquellos que van en línea recta y aquellos que a poco andar se convierten en un intrincado laberinto. En la fascinación del vértigo, la oscuridad invade todos los rincones y con la decisión de Teseo avanzo dispuesto a medir fuerzas con todos los Minotauros de la tierra. Nunca hubo hilos ni migajas con las que marcar el camino de regreso, puesto que no se entra en la noche para luego desandar lo andado. Se entra con la secreta esperanza de no salir jamás. Se entra en busca del ardor y la fiebre que nos provocan los alacranes que no vemos, pero que sentimos en nuestros pies.
Hoy me enfrenté al túnel de tus ojos y entré, y de a poco voy sintiendo los pinchazos en los tobillos y empiezo a disfrutar embriagándome de tanto veneno.

Ocho.
Aunque soy ateo recalcitrante, ando en busca de un buen abogado para el juicio final, por si acaso, por si fuera cierto y este “nosotros” terminara condenándonos a lo irremediable.

alcánzame si puedes.......


lunes, 27 de agosto de 2007

Nerón.

Antes de la llegada de Nerón, el infierno era un lugar más bien frío...

Avances de algo que aún no tiene nombre......

Empecé a escribir una novela, sin título por ahora, y quién sabe si llegaré a terminarla, pero aquí dejo como avance la primera página..........
....... Lean y posteen.
Uno.
Con la arrogancia de una puta joven, la noche se pasea altiva por mi nueva casa. Prendo un cigarro y cebo un mate para tratar de exorcizarla sentándome al computador y escribiendo, pero por estos días la literatura se empeña en hacerme el quite. Entonces un mensaje de texto llega al celular, y después otro, y luego tres más. Uno de ellos lo respondo con una cita de la canción de Pedro Aznar que estoy escuchando: “me acobardó la soledad y el miedo enorme de morir lejos de ti.”

Soledad. Esa es una palabra inmensa. La soledad de una noche de domingo quizás sea lo único más arrogante que el paseo cadencioso de las demás noches. Al menos durante el día podemos aspirar a la ilusión del gregarismo, incluso ciertas noches también nos empujan a ello, pero la soledad es el más negro de todos los gatos que puedes encontrar en una noche de domingo.

Dos.
…En el fondo todos somos un Juan Pérez. O un John Doe, como dicen los gringos. Caminas por la calle y te cruzas con cientos de Juan Pérez, y tú también lo eres para ellos. Eres un desconocido solitario que camina tan absorto en los problemas del trabajo o en la portada del día del diario de la esquina, que ni siquiera te das cuenta que eres otro desconocido solitario más. Y en medio del gran tumulto del paseo Ahumada, sólo eres otro Juan Pérez que observa como avanzan los demás. Pero los ves como a través de un vidrio, como si estuvieran en otro tiempo, como si recorrieras las vitrinas del gran museo de Juanes Pérez que es el mundo. Y recorres este museo sintiendo que eres el único visitante, pues vives en la fantasía de ser alguien, te refugias en tu doctorado en física cuántica o en que eres un gran escritor de novelas para dejar de sentirte solo, para saber que trabajas y que existes en relación a otros. O como diría Cortázar: en el fondo, si se pudiera diríamos que existimos en un plano en el que nuestra soledad se comunica con las otras soledades. Pero eso es algo demasiado paradojal, ¿no?, incluso para la conversación de dos extraños en un café. Pero mi punto es ese, tú y yo somos dos extraños que por un accidente del azar nos topamos aquí y empezamos a hablar, hablar cosas porque sí, para espantar el silencio, y de a poco dejamos de ser desconocidos el uno para el otro. Te conté que estoy recién separado y es en eso en lo que me refugio para existir… otra paradoja, pero es así: lo mismo que me corroe las entrañas de dolor y me mata de resentimiento, es lo que me hace saber que existo. Y me mata de dolor porque pone en duda mi existencia, porque ya no está la mujer que me hacía saber que yo soy yo. Quizás el amor es la mayor de las ilusiones de existencia, porque vives en relación a esa otra persona, que dice que te quiere y necesita, y que evidentemente tú también necesitas para poder mantener en pie tu ilusión de ser en un estado distinto al de la soledad… corremos a los brazos de otro sólo para saber que existimos, damos un beso de amor, esponjamos los cuerpos en la ilusión del tú y yo, formamos una familia, todo con tal de escapar de la certeza de ser en soledad. Lo extraño es que ahora ya sé cómo te llamas y también que fumas mucho, y ya no me siento tan solo… no sé, quizás a ti te pase lo mismo.

domingo, 26 de agosto de 2007

Un poco de barroca – y de dudosa calidad literaria – honestidad.

…De pronto me descubro absorto contemplando la foto que está sobre mi mesa de trabajo. Es una foto a la que despojaron del marco y ya no le queda mucho de qué sostenerse, en un sentido tanto literal como figurado. El marco está en otra casa, una casa inexpugnable, y desde ahí, colgado en alguna de sus murallas, luce obligado otra foto con otras gentes.
En la foto original, esa que alguna vez estuvo en el marco y que ahora descansa sobre mi mesa de trabajo, aparece una pareja ataviada a la usanza del siglo XIX. Se observan. Se aman. Y son felices. Son felices con la ingenua felicidad decimonónica de aquellos que todavía creen en los ‘para siempre’, ingenuidad que salta del plano bidimensional de la fotografía para clavarse como estaca en el alma de quien la observa, como queriendo ser un cruel espejo de lo que hasta hace muy poco fui.
Hace muchos años había descubierto que los ‘para siempre’ no existen, sin embargo eso no los convierte en algo menos doloroso. El hecho de saberlo no es un antídoto ni una vacuna contra sus consecuencias. Es como tener a tu abuela enferma de cáncer: aunque sabes de antemano el desenlace, de todos modos lloras cuando éste llega.
Y tan irrefutable como ese viejo axioma de la física que sentencia que ‘todo lo que sube, tiene que bajar’, lo es el hecho de que todo lo que empieza tiene que terminar, o que todo lo que se junta inevitablemente terminará por separarse.
Entonces ya no tiene sentido que esos dos sigan observándose con su cara de bobos, eso sería casi un desafío a las leyes de la naturaleza. Lo mejor es separarlos y ponerlos a observar a cada uno a donde mejor le plazca, o hacia donde más le acomode, y que se lleven su esperanzada ingenuidad a otra parte, otro lugar y otras direcciones a las que mirar, en donde puedan creer, aunque sea por un ratito, en la posibilidad de un para siempre…

“Adiós mi amor, mi cáncer”
H. Müller, casi.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Canciones...

Aquí un par de canciones de las que irán en BOXEADOR.
Ambas están dedicadas................

Mis sábanas sin ti.

Tengo miedo de esta noche
De mis sábanas sin ti.
Tengo miedo del derroche
De soñarte sin dormir.


Noche llena de fantasmas,
Noche donde pago karmas,
Noche en que no estás aquí.
Voy dejando que te pierdas
Y esta cama se hace eterna
A medida que te vas…

Prendo un pucho con el fuego
De mi pobre herido ego
Que se apaga en soledad,
Y a medida que lo fumo
Tu recuerdo se hace humo,
Vas borrándote de mí…

Tengo miedo y no hay caso
De olvidar aquel abrazo
Con el que dijiste adiós.
Y por más que lloro y rezo
No me arranco de ese beso
Que aún me quema el corazón.

Esta lucha está perdida,
Pues son tantas las heridas
Que quedaron al partir…
Me desangro en la agonía
De saber que no eres mía,
De saber que te perdí…


TANGO.

Pruebo, masco y trago arena
Y me sangra el paladar
Te metiste entro’e mis venas
Ya ni puedo respirar.

Me ahogo cuando faltas
Cuando estás lejos de mí
Cuando cruces esa puerta
Te arrancaré de aquí.

Hembra y puta traicionera
A este hombre envenenaste
Hembra ingrata y tan rastrera
Por el suelo me dejaste.

lunes, 6 de agosto de 2007

martes, 17 de julio de 2007

Post data...

Al salir de ahí, pensé en los goliardos, aquellos para quienes los placeres eran parte de la creación y otorgados por el creador para el deleite. Pensé en Adán y Eva, y en el sabor que debe haber quedado en sus labios luego de haber comido la fruta incomible. Pensé en el sabor de lo prohibido. Pensé en Ulises atado al mástil mientras lo tentaba el canto de las sirenas. Y volví a escuchar el hechizante canto desgarrado, ese que tan bien conocía y que ahora me sonaba tan distinto, tan ajeno; y nadie hubo que me atara ni tapara con cera mis oídos. Pensé en los que sucumben ante las tentaciones y me conté entre ellos. Te pensé tentación y fui feliz... Y mientras me alejaba perdiéndome en el frío, sabía que te perdía para siempre.

sábado, 7 de julio de 2007

Mierda.

Mierda. Hace horas que amaneció y recién abro los ojos. Y otra vez no llegué a trabajar. Diez y siete llamadas perdidas del trabajo, que se vayan diez y siete veces a la mierda. Camino hasta el espejo y veo mi cara. Mierda, que mierda de cara. Que mierda de noche y que mierda de resaca. No se me ven los ojos entre medio de estas ojeras de mierda. No escucho, pero todos los sonidos se amplifican en mi cabeza, retumban, hacen eco, me marean. Mierda. ¿Y si llego más tarde a la oficina? Podría haber estado haciendo un trámite urgente, una reunión, algún desayuno con algún japonés de mierda que quería invertir sus billetes de mierda en nuestra empresa de mierda. Imposible. Con esta cara no me la creen. Qué mierda de resaca, ni siquiera puedo inventar excusas. Y si sigo parado frente al espejo contemplando mi cara, me voy a deprimir. Y cuando me deprimo, me voy a la mierda. Y de la mierda no me saca nadie. Mejor enciendo un cigarro y dejo que todo se haga humo. Mierda, debo haberme fumado el último antes de dormirme y sólo está la cajetilla vacía. Y la vieja de mierda del boliche de al lado no me va a querer vender: se empecinó en que deje de fumar y se rehúsa a venderme cigarros. Que se pudra en la mierda. Al final, la que deja de ganar es ella. Y el que se queda sin fumar soy yo. Puta vieja de mierda. Caprichosa como todas las su género. Caprichosa como hembra. Y eso que de hembra sólo le debe quedar el recuerdo. Mierda: el teléfono. Ahora son diez y ocho las llamadas perdidas del trabajo. Si no invento algo, lo perdido será el mismísimo trabajo. Mierda. Mierda. Mierda. Sin un cigarro no puedo pensar en nada más que en fumar. Y otra vez suena el teléfono. Y retumba en mi cabeza. Y lo lanzo por la ventana. Y cae los siete pisos hacia la calle. Y se hace mierda junto a un auto estacionado. Y… claro, esa es la excusa: me asaltaron, quedé sin teléfono, me quitaron las llaves de la casa y anoche no pude entrar a dormir, por eso no contesté y por eso esta cara de mierda. Llamaré para avisar. Mierda: el teléfono está siete pisos más abajo. Y está hecho mierda…

martes, 3 de julio de 2007

De finales, suertes y cigarros

...Y mientras el cigarro se consume entre mis dedos
gusano inerte de tabaco quemado
no dejo de pensar en los finales
el fin como destino
como último destino
estación terminal
el polvo al que todos regresamos
y al que todo regresa
el regreso al barro
al polvo de tierra
al polvo cósmico
al polvo de calentura
y después oscuro

bajo tierra no hay coronas
ni de oro ni de espinas

bajo tierra no hay cigarros
ni creo que los necesites
al final no hay cigarros
y ni los gusanos importan demasiado...

y sin embargo
que suerte tuve
de haber estado en el mundo
y haberte visto.

lunes, 2 de julio de 2007

Al principio fue la mujer.



Hace muchos, muchos años, en aquellos oscuros días perdidos en el tiempo en los que la memoria no puede entrar, en extrañas y lejanas regiones de la tierra, hubo un macho, al que todos llamaban “Hombre”. Y Hombre, este macho de los míticos tiempos perdidos, tenía una hembra, por todos conocida como “Mujer”, la que había conseguido raptándola de uno de los clanes con los que disputaba la supremacía por el territorio.
Por supuesto, antes de raptarla, Hombre ya conocía a esta hembra… bueno, conocer, conocer, no. No sabía que se llamaba Mujer, ni que su padre se la había prometido a otro macho de su mismo clan, pero la había visto por ahí, recolectando frutos, recogiendo vallas silvestres, juntando plumas de aves exóticas para adornar su cabellera, y le había gustado. Mientras la observaba a lo lejos, Hombre había descubierto sus atractivas curvas y encontraba que eran una invitación para… para “eso”.
Bueno, y Mujer, la hembra, por su parte también se había fijado en este macho que la espiaba escondido detrás de las zarzamoras, y le habían gustado sus ojos, sus manos grandes y fuertes, esa gran y hermosa espalda con forma de triángulo invertido. En más de alguna oportunidad, Mujer se sintió tentada por este macho y contoneaba sus curvas como invitándolo a… “eso”.
Era evidente que Hombre y Mujer tenían onda de frentón, lo que ellos no sabían, porque todavía no se había descubierto, es que incluso así, mirándose a lo lejos, ellos se habían olido, y sus feromonas los hacían mutuamente atractivos. Entonces un día, absolutamente dominado por el poder de sus feromonas, Hombre salió corriendo, agarró a la hembra por la cintura, se la echó al hombro y siguió corriendo hasta la desembocadura del río.
Mientras iba la hembra en el hombro de Hombre, se sentía plena, dichosa, feliz y enamorada, por lo que al llegar a la desembocadura del río, ustedes comprenderán que lo único que ocurrió fue “eso”, una y otra vez, y de tanto hacer “eso”, la feliz pareja pronto se encontró con un machito y una hembrita, a los que llamaron “Niño” y “Niña”… Pero me estoy adelantando en la historia.
Al día siguiente de los sucesos en la desembocadura del río, Hombre llevó a su hembra para presentarla ante el consejo de sabios, el que estaba conformado por los Ancianos. Cuando llegaron, Hombre dijo: “Venerables Ancianos, esta hembra es Mujer y la escogí para vivir con ella.” Anciano Mayor, el más viejo de los sabios, un poco incómodo con la situación, preguntó: “¿De dónde sacaste a esta hembra, Hombre?” Y Hombre respondió: “A esta hembra me la rapté del Otro Clan.” “¿Qué cosa has hecho, Hombre por dios?”, lo increpó Anciano Mayor. “Eso”, dijo Hombre… es decir, no eso de “eso”, sino que eso de haberla raptado y tal. Entonces Anciano Mayor sentenció: “Hombre, si a esta hembra has escogido para vivir, que así sea. Sólo quiero que sepas que en todos mis años de vida nunca alguien de Este Clan se raptó a nadie del Otro Clan. Esperemos que las consecuencias no sean funestas.”
Ni bien hubo terminado de hablar Anciano Mayor, se presentó ante el consejo un mensajero del Otro Clan con el siguiente mensaje: “Si la hembra Mujer no es devuelta en el acto al Otro Clan, Este Clan deberá sufrir las consecuencias de un ataque despiadado.”
Antes de que nadie pudiera reaccionar, Mujer dijo: “Yo de aquí no me muevo”, con lo que el mensajero se retiró profiriendo terribles maldiciones y amenazas.
Enfrentados al inminente ataque del Otro Clan, los sabios decidieron endosarle toda la responsabilidad a Hombre, diciéndole así: “Hombre, dado que esta guerra es a causa de tu hembra, tú estarás a cargo de la defensa de Este Clan. Eres un buen guerrero y un buen lanzador de piedras, tú eres el único capaz de derribar de un piedrazo a un oponente a más de cien pasos. Tienes toda nuestra confianza, te entregamos todo el poder para que guíes a Este Clan. Serás el Jefe Supremo hasta que la guerra termine, luego deberás devolver el poder a este consejo.”
Apremiado por el tiempo, Hombre organizó la defensa de Este Clan y cuando el Otro Clan atacó, el ataque fue resistido y repelido. Hombre era un héroe, y ahora debía devolver el poder. Pero Mujer lo convenció de no hacerlo diciéndole: “Si crees que habiendo repelido el ataque ya está todo listo, te equivocas. No puedes quedarte en paz porque el Otro Clan volverá a atacar. Debes impedirlo atacándolos tú primero, debes derrotarlos por completo y luego devolverás el poder.”
Hombre tomó el consejo de Mujer y atacó sin piedad al Otro Clan, haciéndolo huir hasta más allá de la Gran Montaña. Hombre era un súper héroe y ahora sí debía devolver el poder. Pero Mujer una vez más habló: “El Otro Clan se reorganizará y volverá sobre nosotros con más furia. Si devuelves el poder ahora quedaremos vulnerables. Los sabios confían en ti, mantén tu poder, al menos por un tiempo.”
Hombre, convencido por las palabras de su hembra, se negó a entregar el poder a los ancianos y mantuvo a Este Clan sumido en un constante estado de alerta.
Con el tiempo los ancianos comenzaron a morir, hasta que llegó el día en que Hombre fue el más viejo y ya no tuvo que dar explicaciones a nadie de lo que hacía con el poder.
Fue así como la fuerza reemplazó a la sabiduría en el gobierno de los pueblos, y fue así como la historia de Hombre se perpetuó y se sigue repitiendo a lo largo de los años.

"La cebolla es la escusa para llorar..."

...era como en esa película
underground
con el tipo que llevaba una banda tras él
y tocaban todo el rato
y lo seguían
a la mesa
al baño
a la cama

así suena el celu
todo el tiempo
¿cómo estás?
¿cómo te has sentido?
¿han hablado?
los amigos
en estos días
son la banda personal
los antiguos y los nuevos
aunque un poco más los nuevos
mientras charly no para de cantar
así es la vanguardia...