domingo, 16 de septiembre de 2007

Insomnio.

Durante el día soy un chico dulce. Durante la noche las hormigas me tratan de comer. Luego, el escándalo de los osos hormigueros que contraté para que me defiendan, no me deja dormir.

Lázaro.

Es mucho menos peligroso jugarse la vida que esperar la muerte. Eso repetía Lázaro una y otra vez antes de que le pasara lo que todos sabemos que le pasó. Lo que pocos recuerdan es que por esos días Lázaro pintaba graffitis anti romanos en las murallas, cargaba de miguelitos su mochila y recorría las calles recogiendo botellas de pisco o cerveza para fabricar las molotov.
Aquel día histórico, Marta y María, sus hermanas, le recomendaron que tuviera cuidado cuando lo vieron salir con su mochila en la espalda. Es más riesgoso esperar la muerte que jugarse la vida, respondió él como de costumbre. A las dos horas lo estaban embalsamando.
Por suerte para él, el milagrero andaba ese día dando unas vueltas por el barrio. Pero el nuevo Lázaro, de terno y corbata, era muy difícil de reconocer incluso para quienes lo habían conocido de cerca, sobre todo para ellos. Por las piedras hay que irse tranquilito, era el nuevo lema del antiguo líder del Movimiento Revolucionario Juan Bautista.
Hasta que le llegó el día de volver a emprender el viaje del que casi todos no regresan. Y esta vez no regresó.
Sin los honores del MRJB, Lázaro fue despedido en una ceremonia discreta y con la misma discreción llegó al otro lado. No pasó mucho tiempo antes de que renegara de su transformación y desde entonces, tres o cuatro veces al año, sale junto a Nerón por las noches y entre los dos arman sendas barricadas para protestar contra la tiranía del colúo.