viernes, 19 de junio de 2009

Nerón.


Antes de la llegada de Nerón, el infierno era un lugar más bien frío.

sábado, 8 de marzo de 2008

novela XVIII

Hace tiempo que no publico nada nuevo, pero aquí van cosas nuevas: algunas son antiguas y otras de hace un par de minutos....
Ochenta y dos.
Tengo nombre, y no es el que usas a veces.

Ochenta y tres.
A veces el dolor se viste con ropas de mujer, y aunque tiene más silencio que palabras, termina por decir más de lo que habla.

Ochenta y cuatro.
Hay veces, cuando la gente me trata como estúpido, en que realmente me gustaría serlo, así tal vez me evitaría el darme cuenta que estoy siendo absolutamente subestimado.

Ochenta y cinco.
Durante las últimas semanas he invertido muchas horas en encontrar alguna diferencia entre la mentira y la omisión y por más esfuerzo que hago, no lo logro. A cada momento me convenzo más de que son exactamente lo mismo y técnicamente no existe diferencia entre una y otra, más aún cuando esta última es sistemática, y practicada con extremo cuidado para que lo que se ha escondido, no se vaya a escapar por alguna parte…
…Sin embargo ni siquiera los actores poseen esa habilidad, y lo oculto siempre termina por develarse de una u otra manera.

Ochenta y seis.
Para mentir y comer pescado hay que tener mucho cuidado.

Ochenta y siete.
A propósito de avestruces. Todos tenemos algo de que escondernos. O algo por esconder. O algo que nos esconde. Todos hemos construido corazas y nos las ponemos o sacamos frente a determinadas situaciones o personas. Todos terminamos blindándonos arbitrariamente frente a ciertos semejantes a los que no consideramos tan semejantes como debieran y, por lo tanto, indignos de conocernos, así a secas, de conocernos en el real y amplio sentido de la palabrita aquella.
Todo esto puede parecer de lo más normal… y lo es. El problema aparece cuando notas que el otro se está poniendo la coraza frente a ti y a causa tuya, entonces empiezan a invadirte mil preguntas, y de ahí no sales al menos por un largo rato.

Ochenta y ocho.
A veces tengo la sensación de estar abrazando una nube, hasta que todo se desvanece y descubro que sí: era una nube.

Ochenta y nueve.
Hace un tiempo escribí una canción y los últimos dos días la primera estrofa se me viene a la cabeza cada vez que pienso en ti…

Colecciono amores desgraciados
Relaciones que nacieron muertas
Siempre encuentro besos mutilados
Fríos como besos de princesas.

viernes, 25 de enero de 2008

Novela XVII

Setenta y seis.
Casi ha pasado un mes desde la última vez que me senté frente a esta bitácora y aquí estoy de nuevo. Ya es 2008. A esta hora ya es el primer domingo de 2008. Son casi las seis de la mañana y me asombro de haber pasado tantas horas en la ventana, disfrutando del espectáculo que me brindan las vacas con su vuelo nocturno… es que resultó ser cierto: volaban.

Setenta y siete.
Faulkner decía que un escritor, si es malo, escribe novelas; si es bueno, cuentos; y si es muy bueno, poesía… y qué hay de los que escriben teatro, ¿son los estúpidos o los genios? ¿o sencilla y radicalmente la dramaturgia está fuera de los ámbitos de la literatura?
…De todos modos da lo mismo: llevo meses sin lograr terminar una escena.

Setenta y ocho.
A propósito de diarios. Hace unos días me compré un libro de Monterroso, que no es más que su diario entre los últimos días de 1983 y junio de 1985. En él, constantemente está defendiendo el diario como un ejercicio de auto conocimiento, como un espacio de soledad y reflexión. Y al respecto introduce una cita de Eduardo Torres: “llevar un diario es un placer espiritual que no practican ni gozan aquellos que no lo llevan.” Yo agrego: llevar un diario, es como coleccionar fotos, donde mientras escribes, y luego cada vez que lo visitas, vuelves a vivir lo que ahí está puesto – expuesto.
Existen también los diarios temáticos: diarios de trabajo, como el que llevaba Einstein o Brecht. Diarios de vida, como el de los adolescentes. Diarios para apuntar cosas inútiles y diarios para las útiles… Y existe este, que habla de ti.

Setenta y nueve.
A propósito de tu cuerpo. Ojeo y hojeo este diario mientras lo escribo y vuelvo a recordar cada uno de aquellos instantes que he ido fotografiando en palabras, y el deseo me invade una vez más, como entonces, como anoche, como siempre…
Me sumerjo en tu recuerdo mientras estoy frente al computador, trabajando, y te envío un mensaje de texto con palabras de amor y otras más pornográficas… es que pensar en ti y no sentir cómo se estremece la carne es imposible. Es que el tema no estaba puesto en la novedad, sino en la irresistible forma que tienes de traerte frente a mí.

Ochenta.
A propósito de escopetas. Me encanta que seas mía.

Ochenta y uno.
A propósito de Faulkner: era un estúpido.