lunes, 17 de septiembre de 2007

Novela VI

... Otro poco...

Diecinueve.
¿Ser o no ser?
¿Por qué yo nunca me hice esa pregunta?
… Seguro que estaba ocupado en algo más concreto.

Veinte.
Muchas veces me pregunté qué era lo que pensabas cuando pensabas en mí, pero siempre ocurría en tu ausencia, cuando recibía algún mensaje de texto o yo te lo escribía. Hoy, por primera vez lo pensé mientras tus ojos graves miraban en los míos.

Veintiuno.
… Y entonces me miras, y es como si de pronto en tus ojos se condensaran todos los pecados de la tierra.

Veintidós.
Con un café muy cargado para tratar de lidiar con esta resaca comienzo un nuevo domingo.
Desde hace algún tiempo, los domingos tienen la extraña capacidad de hacerme sentir ajeno a todo lo que me rodea. El desarraigo absoluto es una sensación que percibes sólo después de haber conocido su absoluto opuesto. Y aunque el peso de la tierra haya atrofiado las raíces, éstas siempre buscarán nuevas grietas donde alojar. Mierda. Estoy empezando a sonar como esos estúpidos papelitos cargados de mala poesía que durante años te entregaban en las esquinas a cambio de una moneda…
Mejor lleno la tina y juego por un rato a ser Jean Paul Marat, zambullido en el agua caliente, elucubrando revoluciones y soñando con revolucionar el cuerpo de aquella que me revoluciona.

Veintitrés.
Hay veces en que me confundes y me dejo confundir. Me siento, como dice la canción de Claudio, como un manco tratando de guardar un as bajo la manga. Debajo de cuál manga puedo esconder mis cartas, si mis manos se han deshecho de tanto recorrerte. No hay cartas ni juegos posibles.

Veinticuatro.
Entre el humo, los amigos y la cerveza del bar, en medio de la noche que avanza y las bromas con la mesa del lado: el celular comienza a dar su beep a cada tanto, ampliando las dimensiones de lo clandestino, modificando las fronteras del erotismo, enseñándonos nuevas posibilidades para definir la carne, mediatizando los cuerpos y erizando la piel al sentir como es recorrida por una lengua que se convirtió en palabras.

Veinticinco.
Y por fin amanece y despierto a las infinitas posibilidades de un nuevo octavo día.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Insomnio.

Durante el día soy un chico dulce. Durante la noche las hormigas me tratan de comer. Luego, el escándalo de los osos hormigueros que contraté para que me defiendan, no me deja dormir.

Lázaro.

Es mucho menos peligroso jugarse la vida que esperar la muerte. Eso repetía Lázaro una y otra vez antes de que le pasara lo que todos sabemos que le pasó. Lo que pocos recuerdan es que por esos días Lázaro pintaba graffitis anti romanos en las murallas, cargaba de miguelitos su mochila y recorría las calles recogiendo botellas de pisco o cerveza para fabricar las molotov.
Aquel día histórico, Marta y María, sus hermanas, le recomendaron que tuviera cuidado cuando lo vieron salir con su mochila en la espalda. Es más riesgoso esperar la muerte que jugarse la vida, respondió él como de costumbre. A las dos horas lo estaban embalsamando.
Por suerte para él, el milagrero andaba ese día dando unas vueltas por el barrio. Pero el nuevo Lázaro, de terno y corbata, era muy difícil de reconocer incluso para quienes lo habían conocido de cerca, sobre todo para ellos. Por las piedras hay que irse tranquilito, era el nuevo lema del antiguo líder del Movimiento Revolucionario Juan Bautista.
Hasta que le llegó el día de volver a emprender el viaje del que casi todos no regresan. Y esta vez no regresó.
Sin los honores del MRJB, Lázaro fue despedido en una ceremonia discreta y con la misma discreción llegó al otro lado. No pasó mucho tiempo antes de que renegara de su transformación y desde entonces, tres o cuatro veces al año, sale junto a Nerón por las noches y entre los dos arman sendas barricadas para protestar contra la tiranía del colúo.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Novela V

Ya saben lo que deben hacer.........POSTEAR!!!!!!


Dieciséis.
… Y otra vez es domingo. Despierto con tres llamadas telefónicas seguidas:
Uno: “Habrá que seguir juntando ganas.” (45 segundos)
Dos: “¿Vamos al asado?” (1:33 minutos)
Tres: “Aunque sé que es mejor así, a veces te echo de menos… te quiero… ¿por qué me haces sentir culpable?... eres insoportable, te odio… ya chao.” (36 minutos)
Me levanto, me hago un café y prendo un cigarro. Intento ordenar las distintas versiones que diferentes mujeres hacen de mí, pienso en las variadas expectativas que generamos en las distintas relaciones. Nunca somos la misma persona para diferentes interlocutores, me diría Sábato, mirándome con cara de “pobre imbécil”. Amante, amigo, ex esposo. Por suerte ninguna era mi madre, no hubiera sido capaz de resistir un despertar enfrentado a tanta esquizofrenia. Al rato vuelve a sonar el teléfono, es otra amiga, de esas que sólo hablan porque les da pavor el silencio. Mientras la escucho, voy terminando de despertar. Me hace reír, me relajo y termino de acomodar -del mejor modo posible- las distintas versiones que recibo de mí, dentro de este único cuerpo que poseo.
Cuelgo. Prendo otro cigarro y enciendo la radio. Nito y Charly cantan: “solamente muero los domingos, y los lunes ya me siento bien”.

Diecisiete.

Cuento: érase una vez… truz.
… que cuando se decidió a desenterrar la cabeza y por fin enfrentar lo que para todos era evidente, sintió terror… y volvió a esconderse.

Dieciocho.
Afuera hay un hermoso día de primavera invitando a la pasión de los cuerpos clandestinos.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Herencia.

Mi madre y las cucarachas no se llevan, eso es un hecho, pero son como parte de su destino. Extraño castigo para una extraña falta, falta desconocida, pero que ha de existir, puesto que las cucarachas están en su vida, cada día, a cada hora, en cada lugar. Cada vez que abre una puerta debe respirar hondo y calmarse, pues sabe que detrás de ella más de alguna cucaracha estará lista para recibirla. Mi madre observa ininterrumpidamente desde el comienzo del reino hasta el final del reino, siempre de un lado para el otro, buscando a los acechantes insectos. Mueve la cabeza de un lado para el otro en busca de los ilegales que a diario cruzan la frontera de su privacidad, como llama ella a esos escasos momentos en que las cucarachas no la invaden.

Mi madre ha leído mucho sobre este mal en numerosos semanarios y publicaciones medicinales o parasicológicas, ha visto los programas en la televisión en donde un número siempre variable de profesionales tratan de arreglarle la vida a personas como ella, incluso una vez llamó por teléfono a uno de esos programas y el profesional de turno se rió mucho de ella. No volvió a llamar, pero sigue viéndolos a diario con la esperanza de que aparezca alguien con un caso similar al suyo, por último para no sentir que lo de ella es una maldición. Dice que no le importaría tanto si hubiera alguien más con un castigo semejante, dice que no es necesario que también lo persigan cucarachas, dice que si son arañas o alacranes le serviría lo mismo, dice que lo importante sería no sentirse tan extrañamente única.

Yo quiero a mi madre, pero desde pequeña se me generaba una especie de resentimiento, una especie de temor cuando veía que ella se acercaba para hacerme cariño o para besar mi mejilla. Me daba pavor que me contagiara su mal, me aterraba pensar que junto con sus demostraciones de afecto me hiciera heredera de ese extraño tropismo que genera en las cucarachas. Entonces me arrancaba y me escondía. Después, cuando ya estaba lejos, me sentía culpable.

Otras veces, cuando me despertaba en las noches perturbada por el sonido de la marcha de las cucarachas hacia la cama de mi madre, apretaba los ojos muy fuerte y deseaba que se muriera, que ya no estuviera más en mi casa, que se fuera lejos.

Pero hay cosas que se heredan desde la cuna y cada intento de orden generará siempre un nuevo desorden. Lo supe a los once años, aquella noche en la que ya no soporté más convivir con esos animalejos que mi madre atraía. Esa noche me levanté a hurtadillas, hice un bolso con ropa y salí de casa decidida a no volver jamás. Caminé a oscuras durante un tiempo que no sé precisar, pero creo que fueron horas. Cuando comenzó a amanecer supuse que ya estaría lo suficientemente lejos de mi madre y su mal, entonces decidí descansar. Mi sorpresa y desilusión fueron enormes al ver que al menos la mitad de las cucarachas de mamá estaban ahí, conmigo. Cuando comprendí quién era yo, lloré por largo rato, luego volví a casa y besé a mi madre por primera vez en muchos años.

De aquello ha pasado largo tiempo, pero hoy, cuando mi hija no despertó en su cama y apareció a media mañana abrazándome y besándome recordé a mi madre. Mi hija no dijo nada, sólo me entregó un papel en el que estaba escrito lo siguiente:

“Mi madre y las cucarachas no se llevan…”
(Este texto formó parte de una intervención a partir del cuadro "La lectura", realizada hace casi un año en el Museo Nacional de Bellas Artes.)

Novela IV

Para los aparecidos, un consejo: empiecen a leer por el principio......
Pal resto, sigan posteando.......
Doce.
“Se han visto vacas volando”, me dijo hace un par de días una amiga. “Yo aún no veo ninguna”, cerré la conversación. Sin embargo, después de eso me he visto en tres o cuatro oportunidades asomado por mi ventana escudriñando el cielo y aunque todavía no las veo, empiezo a creer que aparecerán.

Trece.
El chocolate, ¿con almendras?

Catorce.
3:29 am y hace un rato que empezó el día sábado. Vengo entrando a la casa con algunas cervezas extras. Un amigo me contó la historia del hombre con frío, una linda historia, de esas que todos hemos escuchado en algún bar cuando andamos dispuestos a abrir los oídos, de esas historias que tienen vocación de espejos de feria y que nos devuelven nuestra imagen un poco distorsionada, pero nuestra imagen al fin y al cabo…

Quince.
Tántalo homenajeó a los dioses dándoles de comer la carne de su propio hijo, desatino que le pesará por toda la eternidad. Condenado por Zeus, Tántalo cuelga de un árbol frutal que crece sobre una laguna en medio del Hades, atormentado por hambre eterna entre la fruta y sed sobre el agua.
9:25 am, despierto con hambre y sediento. Y mientras más me emborracho de beberte, más crece la sed…

jueves, 6 de septiembre de 2007

Novela III

Aquí va otro poco...
Nueve.
“Dormí sin sueños luego de un orgasmo así”. Creo que la cita es de Rodrigo Lira, no podría asegurarlo, así como tampoco puedo asegurar que sean las palabras exactas, pero las recordé ayer cuando me levanté y se quedaron dando vueltas por mi cabeza.
Hace unos minutos, antes de subir al taxi, dijiste algo que me gustó. Bueno, confesión por confesión: desde los quince años que no tenía tantos sueños eróticos en una sola noche.
Lira: ¡¡¡SACÚDETE EN TU CRIPTA!!!

Diez.
Y nuevamente la ciudad a nuestras espaldas quedó convertida en cenizas, como Roma, como Troya, como Nueva York. Pero es que de otro modo es imposible, pues aunque eres hermosa durante el almuerzo, a la hora del postre eres simplemente perfecta.

Once.
Se acabaron los cigarros, necesito una cerveza: te veo mañana.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Novela II.

Aquí va otro poco.........
.......Posteen, hijos de puta.......
Tres.
ELLA: ¿Alguna vez has pensado en las palabras? Son algo raro. La palabra somos, por ejemplo, es sorprendente y maravillosa: no importa cómo la leas, de ida o de vuelta, siempre dice lo mismo: somos. No importa cómo, siempre somos quien somos.

ÉL: Lo mismo ocurre con la palabra solos: de ida o de vuelta, siempre somos solos.

Cuatro.
No deja de sorprenderme la facilidad que encontró tu piel para quedarse grabada en mis manos y mis labios. No deja de sorprenderme que estés en esta casa y esta cama. No deja de perturbarme el modo en que me miras. No dejas de perturbarme, así, a secas, sin complicaciones y sin el mírame cuando te hablo.
Sencillamente cruzas la puerta y te plantas frente a mí, con la coquetería y el desparpajo de una quinceañera; decidida, pero preguntando “y ahora qué”. Y vamos mezclando miradas cargadas de lujuria con un poco de alcohol o de café o la sutil acidez de un jugo de naranja envasado. Y entre puchos y besos van apareciendo las confesiones… Pero el pensamiento se apaga, enmudece y naufraga en el fragor de los cuerpos.

Sé que te quiero
Y no puedo
Defenderme
Esconderme
De tu santo
Y ardiente corazón.

Sé que tus labios
Van despacio
En los brazos
De tu encanto
De tu santo
Y ardiente corazón.

Voy a pelearte
Revolverte
Removerte
Encenderte
Hasta los llantos
Advierte corazón.

Voy a desearte
Contra todo
Contra el lobo
Contra vuestro
Compromiso
Con el mayor dolor.

Serás la furia
De la vida
Reprimida
Consumida
Por los días
Ardiente interior. (*)

…Y no creo que me sorprenda mañana, cuando despierte aún con tu olor en mis manos.

(*)Fragmentos de “Has sabido sufrir”. Carlos Cabezas, electrodomésticos.

Cinco.
Borges comenta a propósito del amor de Dante por Beatriz y a su vez, Dante sentencia de la relación entre Francesca y Paolo Malatesta: Enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible.
Hace mucho que dejé de creer en virginales Beatrices o en la dulcineificación de Aldonsa. Las princesas azules deben de estar desterradas y congeladas en el fondo de algún lago del polo, muertas de frío y frigidez. Muertas de virginidad. Muertas en el eterno aburrimiento de las piernas cruzadas. Prefiero la condena de Francesca o la encendida pasión de Pasifae. No cambio a ninguna de las mujeres que he conocido y menos por alguna de esas bellas vírgenes de estantería, mujeres del se-mira-pero-no-se-toca. El amor puede ser falible, pero la carne no.

Seis.
Vivimos en un mundo donde el amor puede ser el más común de los sustantivos y el amar, el más destructivo de los verbos.
¡Basta de mamonerías! No es el amor lo que buscamos conjugar en el ritual de los cuerpos ciegos, es delirio, es vértigo, es un salto al vacío sin elásticos en los tobillos. Es entrar en un campo minado para perderse en el perfume de los cuerpos que se queman, ebullen y explotan.
¿Quién quiere trascender? Es sólo al aquí y ahora a lo que invita este cuerpo desnudo.

Siete.
En la entrada del túnel de la represa de Agoyán, en Ecuador, alguien había escrito: “Entré y nunca salí”. Respiré profundo y también entré…
Desde ese día, disfruto entrando y saliendo de todos los túneles que se me atraviesan, los reales y los metafóricos, los indefensos y los peligrosos, aquellos que van en línea recta y aquellos que a poco andar se convierten en un intrincado laberinto. En la fascinación del vértigo, la oscuridad invade todos los rincones y con la decisión de Teseo avanzo dispuesto a medir fuerzas con todos los Minotauros de la tierra. Nunca hubo hilos ni migajas con las que marcar el camino de regreso, puesto que no se entra en la noche para luego desandar lo andado. Se entra con la secreta esperanza de no salir jamás. Se entra en busca del ardor y la fiebre que nos provocan los alacranes que no vemos, pero que sentimos en nuestros pies.
Hoy me enfrenté al túnel de tus ojos y entré, y de a poco voy sintiendo los pinchazos en los tobillos y empiezo a disfrutar embriagándome de tanto veneno.

Ocho.
Aunque soy ateo recalcitrante, ando en busca de un buen abogado para el juicio final, por si acaso, por si fuera cierto y este “nosotros” terminara condenándonos a lo irremediable.

alcánzame si puedes.......